miércoles, 2 de febrero de 2011

Pinceladas de un alma en 1725


Este articulito fue publicado por vez primera en la revista de fiestas patronales del año 2003.

Pinceladas de un alma en 1725
Francisco Jesús Hidalgo García

Sin duda alguna el año de 1725 es una fecha insigne para el devenir religioso y cultural de Cehegín. Sería un absurdo por mi parte comenzar a cantar las excelencias de esta fecha y su relación con la llegada de la Virgen de las Maravillas, porque esto ya se ha hecho con mayor o menor fortuna a lo largo de más de 275 años en que el pueblo ha podido gozar de una inmensa, en el sentido artístico, obra escultórica y un auténtico gozo en el mas puro contexto religioso. En el acontecer diario de este año se fue forjando la historia de nuestro pueblo y aparte de esa historia oficial existe la de aquellos que nunca la tuvieron y una vez transcurridas un par de generaciones tras su muerte nadie supo de su paso, vivencias, alegrías…
Gobierna en este año de 1725 las Españas el primer soberano de la dinastía borbónica, Felipe V de Anjou, aún con el aliento de la Guerra de Sucesión a las espaldas y la nueva configuración surgida en la Corona Hispánica tras los Decretos de Nueva Planta. En nuestra villa eran Alcaldes Ordinarios Pedro Chico de Guzmán y D. Sebastián Hidalgo Obeso y a la llegada de la Virgen Fernando Alvarez Fajardo y Domingo Sánchez Lorencio, todos hombres graves de rancio abolengo. La oligarquía controlaba el poder político en la villa y ello le suponía tener el control sobre la economía local. Alonso Antonio Carreño Roca, Cristóbal Lara Fajardo, Pedro Martínez Fajardo, Damián Lorencio Pérez y otros, eran Regidores en el Concejo de Cehegín, y ello supone que sus familias controlen casi en absoluto los medios de producción, molinos, almazaras, hornos y sean dueños de extensas propiedades agrícolas. Pero por esta vez no van a ser ellos los principales actores de esta breve historia, en este caso dirigimos nuestra mirada a un vecino de Cehegín, pueblo llano, que pudo admirar por vez primera a la Virgen de las Maravillas en el susodicho año de 1725

Es el tiempo que le tocó vivir a Lucas Hidalgo, labrador, pequeño propietario de tierras vinculadas en el Ribazo y el Rubial. Su abuelo, Lucas Hidalgo Fresneda fue una persona realmente interesante que vivió entre 1638 y 1708, casado en primeras nupcias con Catalina Ciller y en segundas con Ana Carreño.  Comerciante de vinos, aceite y otros géneros, es un hombre que pudo prosperar por méritos propios, no por herencia ni título nobiliario, con bienes inmuebles conseguidos a lo largo de los años, que le podían permitir una vida relativamente buena para la época. Era descendiente de la rama genealógica de los Fernández Fresneda, de casi seguro origen noble, lo cual con el paso de los siglos se convertiría en un imposible de demostrar, a pesar de los esfuerzos de sus antepasados por conseguir la hidalguía.
Volviendo a su nieto, o sea, nuestro hombre, decir que había nacido en esta villa el día seis de mayo de 1698 y en el momento de la llegada de la Virgen solo hacía siete años que había contraído matrimonio, en la parroquia de San Antonio Abad, hoy del Rosario, de Bullas, con Agustina Gil Piñero, vecina de la población que hasta pocos años antes había sido aldea de Cehegín.
Ambos debieron de gozar por vez primera con los demás vecinos del resplandor de una delicia de escultura, la que habría de ser nuestra Patrona.
Aquel caluroso día de Santiago, 25 de julio, la Virgen de las Maravillas llega por fin a nuestro pueblo en su largo periplo por mar, desde Nápoles a Cartagena y de allí en carro hasta nuestra villa, realizando su último tramo a través del conocido como camino viejo de Lorca. La imagen se convierte en objeto de devoción en cada pueblo y aldea que encontraban los acompañantes en la especie de romería que supuso el traslado de la futura Alcaldesa Perpetua de Cehegín.
Ese día, digo, Lucas Hidalgo se unió a la multitud que, entre conversaciones sobre lo cotidiano del pueblo, la seda y las moreras, la almendra, el esparto, el rendimiento de los secanos tras la siega o la escasez de agua ese verano en la acequia del Campo, esperaba con impaciencia la llegada al Partidor del carruaje que transportaba la joya escultórica de la Virgen de las Maravillas, donde fue presentada ante el pueblo de Cehegín. Tal vez hablaran sobre las noticias que llegaban desde muy lejos, la, para el populacho, tan lejana Corte, de los hijos que habían partido con la milicia y de los que estaban convocados. El hijo mayor de Lucas, Bernabé, contaba entonces con seis años de edad y en medio de estas conversaciones entre vecinos le daba que pensar la suerte que pudiera correr, de ahí a un tiempo cercano, si llegaba a alcanzar la edad de ser soldado, que no era cosa fácil. De cada diez nacidos, solo dos o tres llegaban a tomar asiento en la Milicia; De momento Bernabé ya había tenido mucha suerte con alcanzar sus seis hermosas primaveras y pasado el tiempo llegaría a gozar de una venerable ancianidad rodeado de nietos y perpetuándose su estirpe hasta hoy en día en nuestro pueblo y con ramas en varios lugares de España y Francia, que se sepa.


Es un hombre de profundas convicciones religiosas y por tradición familiar muy vinculado a la cofradía del Rosario y a la Venerable Orden Franciscana Terciaria, como su abuelo Lucas Hidalgo Fresneda, hermano profeso Terciario y cofrade del Rosario. Su tío, Domingo Hidalgo, “religioso profeso de nuestro padre San Francisco y lector en Sagrada Teología” debió ser un gran apoyo en la vida de este hombre, que no fue fácil… Pero la vida en esta época no era fácil para casi nadie.
Lucas es uno de los 1100 vecinos que tiene la villa en este momento. Cehegín en el año de 1725 tiene una población relativamente elevada con alrededor de 4500 almas. Alrededor del 20 % de la población se calculan como pobres de solemnidad, o sea, aquellos que dependen del auxilio ajeno y de la limosna para poder sobrevivir, entiéndanse viudas, lisiados, viejos, inútiles para el trabajo… Es una época de crisis económica que se va a mantener hasta bien entrado el siglo XVIII, aunque paulatinamente el crecimiento de la población venga a significar un cierto alivio en las condiciones económicas de la villa. Los tres hijos que Lucas tiene en 1725 son aún pequeños, Bernabé, decía antes, tiene seis años, Antonio cuatro y Catalina tres. Ellos por suerte pueden tener ciertas atenciones en cuanto a que la comida no sobra, pero se puede comer, aunque en algún momento la familia haya podido estar al límite. En estos tiempos muchos pequeños mueren de inanición y raquitismo en las familias de los braceros que disponen exclusivamente del jornal que trabajan en las propiedades de los adinerados.
Lucas Hidalgo encontrará la muerte en noviembre del año de 1737, doce años después de la llegada de la Virgen de las Maravillas a Cehegín. Tenía 39 otoños. El testamento es algo muy importante, no solo por los bienes que se dejan en herencia si no porque en el constará lo que se ha dejar para ayudar a salvar su alma, tanto en limosna, como en el número de misas que se han de pagar por si y sus difuntos.  El no testó, su muerte debió de ser repentina. La Muerte es algo muy cercano y así se asume. La manifestación del dolor y la esperanza aparecía alrededor de la cama del yaciente. Al fenecer, son abiertas todas las ventanas de la casa, para que el alma encuentre la salida y pueda partir en busca de su destino. Su abuelo fue enterrado en la capilla del Rosario de la Parroquia de Santa María Magdalena, el, posiblemente, también. Ataviado con el hábito y cordón de San Francisco sepultado en lugar sagrado, como casi todos, en el centro del pueblo, en la cercanía de la gente, de su gente, pasó al olvido.
Como él, todo el que no alcanza la Vida de la Fama, que cantó Jorge Manrique, cae en el pozo del tiempo y se diluye en la eternidad, pero nunca debemos de olvidar que cada persona que ha existido es parte fundamental de la propia Historia Local, Regional o Nacional, que, a fin de cuentas, es la misma, en tanto que ella nace de los que la vivieron y las vidas de los desconocidos también tienen su Historia.

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